viernes, 8 de julio de 2016

Exposición de La Habitación de Bach

Exposición del proyecto La habitación de Bach en Bielsa, un espacio escultórico sobre el territorio y las emociones.



miércoles, 25 de mayo de 2016

el Proyecto Mediano en Arte +Social +Textil

El Proyecto Mediano forma parte de la Jornadas Internacionales Arte + Social + Textil de la Universidad de Barcelona, un programa de investigación y de divulgación en arte realizado con la colaboración de la Universidad de Jaén en torno a la acción social y el trabajo textil, que se desarrolla durante los meses de mayo y junio de 2016:

http://artsocialtextil.com/queCAST

Ha sido seleccionado para formar parte de la exposición virtual de la Jornadas, por la capacidad de "crear así relaciones inesperadas,tejidos de coincidencia y de complicidad": 

http://artsocialtextil.com/expovirtualCAST

PROYECTO MEDIANO:
http://carmenlamua.blogspot.com.es/2013/08/proyecto-de-mediano-lugares-y-emociones.html

martes, 10 de mayo de 2016

Demorarse en lo bello

DEMORARSE EN LO BELLO *

*Byung-Chul Han. 2015. La Salvación de lo bello. Barcelona. Editorial Herder. Págs. 93-98.



El conjuro de Fausto “¡Pero quédate!  ¡Eres tan hermosa!“ oculta un aspecto importante de lo bello, pues precisamente lo bello invita a demorarse. Lo que obstaculiza la demora contemplativa es la voluntad. Pero al contemplar lo bello la voluntad se retira. Este aspecto contemplativo de lo bello también es central para la concepción de Schopenhauer tenía del arte, según la cual

El placer estético que produce la belleza consiste en buena parte en que, al entrar en le estado de pura contemplación, quedamos relevados por el momento de todo querer, es decir, de todo deseo y cuidado, por así decirlo, liberados de nosotros mismos.

Lo bello me desembaraza de mi mismo. El yo se sume en lo bello. En presencia de lo bello, se desprende de sí mismo.

Lo que hace que transcurra el tiempo es la voluntad, el interés; es más, el conato (el impulso). Sumirse contemplativamente en lo bello, cuando el querer se retira y el sí mismo se retrae, engendra un estado en el que, por así decirlo, el tiempo se queda quieto. La ausencia de querer y de interés detiene el tiempo, incluso lo aplaca. Esta quietud es lo que distingue a la visión estética de la percepción meramente sensible. En presencia de lo bello, el ver ha llegado a su destino. Ya no es empujado ni arrastrado hacia delante. Esta llegada es esencial para lo bello.

La “eternidad del presente”, que se alcanza en un demorarse en el transcurso temporal queda superado, se refiere a lo distinto: la “eternidad del presente”

Es la presencia de lo otro. Así es como, demorándose en lo mismo, la eternidad resplandece como una luz que se difunde por lo distinto. Si alguna vez se reflexionó sobre tal eternidad en la tradición filosófica, fue en la frase de Spinoza : “ El Espíritu es eterno en la medida que concibe las cosas bajo el aspecto de la eternidad”.

De acuerdo con esto, la tarea del arte consiste en la salvación de lo otro. La salvación de lo bello es la salvación de lo distinto. El arte salva lo distinto “ resistiéndose a fijarlo en su estar presente”. Siendo lo enteramente distinto, lo bello cancela el poder del tiempo. Precisamente hoy, la crisis de la belleza consiste en que lo bello se reduce a su estar presente, a su valor de uso o de consumo. El consumo destruye a lo otro. Lo bello artístico es una resistencia contra el consumo.

Según Nietzsche, el arte original es el arte de las fiestas. Las obras de arte son testimonios materializados de aquellos momentos dichosos de una cultura en los que el tiempo habitual, que es el que transcurre, ha sido superado:

¡Qué importa todo nuestro arte de las obras de arte cuando perdemos el arte más elevado, el arte de las fiestas! Antes, todas las obras de arte estaban puestas en la avenida triunfal del género humano como recordatorios y monumentos de instantes elevados y felices. Ahora, con las obras de arte se quiere apartar de la gran avenida del sufrimiento del género humano, durante un lascivo instante, a los pobres agotados y enfermos: se les ofrece una pequeña embriaguez y locura.


Las obras de arte son como monumentos de una celebración nupcial; es más, de un tiempo elevado en el que el tiempo habitual ha quedado superado. El tiempo festivo, al ser un tiempo elevado, aplaca el tiempo cotidiano – que sería el tiempo laboral habitual- deteniéndolo. Al tiempo festivo le es inherente el esplendor de la eternidad. Cuando la “vía festiva” se reemplaza por la “vía del sufrimiento”, el tiempo elevado de la celebración nupcial se rebaja a un “breve momento” con su “pequeña embriaguez”.

Tanto la fiesta como la celebración tienen un orden religioso. La palabra la tina feriae significa el tiempo previsto para los actos religiosos y cultuales. Fanum significa lugar sagrado, consagrado a una divinidad. La fiesta comienza cuando cesa el tiempo cotidiano profano (“pro-fano” significa, etimológicamente, que se halla fuera del recinto sagrado). Presupone una consagración. Uno es consagrado e iniciado para entrar en el tiempo elevado de la fiesta. Si se suprime aquel umbral, aquel tránsito, aquella consagración que separa lo sagrado de lo profano, entonces solo queda el tiempo cotidiano y pasajero, que luego se explota como tiempo laboral. Hoy el tiempo elevado ha desaparecido por completo en beneficio del tiempo laboral, que se totaliza. Incluso el descanso queda integrado en el tiempo laboral: no es más que una breve interrupción del tiempo laboral en la que uno descansa del trabajo para luego volver a ponerse por entero a disposición del proceso laboral. El descanso no es lo distinto del tiempo laboral. Por eso no mejora la calidad del tiempo.

En La actualidad de lo bello, Gadimer vincula el arte con la fiesta. En primer lugar, señala la peculiaridad lingüística de que la fiesta “se celebra”. La celebración remite a la peculiar temporalidad de la fiesta:

Evidentemente, “celebración” es una palabra que suprime expresamente la noción de un objetivo al cual uno se dirige. La celebración es de tal modo que uno no tiene que ir primero ahí para luego llegar. Cuando se celebra una fiesta, esta siempre está ahí todo el tiempo. Ese es el carácter temporal de la fiestas: que se “celebra” sin que ella se desintegre en la duración de momentos que se disgregan unos de otros.

Durante la fiesta impera otro tiempo. En ella, se ha superado el tiempo  como sucesión de momentos fugaces y pasajeros. No hay ningún objetivo al cual uno tuviera que dirigirse. Justamente dirigirse es lo que hace que el tiempo transcurra. La celebración de la fiesta suprime el transcurso. A la fiesta, a la celebración del tiempo elevado, le es inherente algo imperecedero. Entre el arte y la fiesta existe una analogía: “ la esencia de la experiencia temporal del arte es que aprendemos a demorarnos. Esa es quizá la correspondencia a nuestra medida de lo que llamamos eternidad”.

En el momento en que las obras de arte se exponen pierden su valor de culto. El valor expositivo desplaza al valor de culto. Las obras de arte no se erigen en la vía festiva, sino que se exponen en los museos. Las exposiciones no son fiestas, sino espectáculos. El museo es su osario. Aquí las cosas solo les surge valor si son vistas, si suscitan atención, mientras que los objetos cultuales a menudo quedan ocultos. Incluso el ocultamiento aumenta su valor cultual. El culto nada tiene que ver con la atención. La totalización de la atención destruye lo cultual.

Hoy, con las obras de arte se trata sobre todo en la vía mercantil y en la vía bursátil. No acreditan ni un valor de culto ni un valor expositivo. Es justamente su puro valor especulativo el que las somete al capital. Hoy, el valor especulativo es el valor supremo. La bolsa el sitio de culto actual. El lugar de redención lo ocupa la ganancia absoluta.