martes, 26 de noviembre de 2019

Estancia 1. Habitación de porcelana con río


El Cubiculum cordis tenía una dimensión espacial sin naturaleza física, 
había que corregir este despropósito.

Esta pequeña estancia del corazón está pensada para estar en el nacimiento del río Ara, 
en los Pirineos.

Es un lugar de luz, aire, agua, sonido y temperaturas cambiantes.
Un espacio permeable que incorpora el paisaje.

Un juego de líneas de porcelana translúcidas dentro de las que estar.

Imagino que el tiempo pasa lento y el agua rápida, el cuerpo horizontal.

Y mientras la gran narración del territorio ilimitado calla,
este es un lugar para "traer a la habitación y poner en nuestra mano" 
las ideas y los términos inmensos,
o quizá no tanto.

Dibujo creta y grafito sobre papel. 100 cm x 75 cm



martes, 12 de noviembre de 2019

martes, 13 de agosto de 2019

De la autoridad y autonomía de los artistas

Obra de Esther Ferrer. Su piel, sus coordenadas.
  • La obra de arte no es la ilustración de las teorías filosóficas, sociales o políticas de turno. El arte constituye un modo de pensamiento con derecho propio, (que no es necesariamente conceptual ni traducible en palabras aunque pueda servirse de ellas). 
  • Esas teorías hoy (con sus inevitables limitaciones y parcelaciones, y ancladas en el viejo dominio del reconfortante logocentrismo decimonónico) funcionan en definitiva como los tradicionales y rígidos géneros artísticos: donde había el bodegón, paisaje, etc... ahora hay sistemas de vigilancia (sí, todavía) , colonialismo, género, etc…
  • Por ejemplo, el llamado arte político acaba siendo un panfleto, triste,  que  camufla su simplicidad con un deseado escándalo mediático que es el producto final, un titular. Sálvame de luxe es pues más auténtico y honesto.
  • Sin embargo, el arte es algo más complejo que la simple decoración de una teoría o sucedáneo.
  • A pesar del slogan, el  museo no es un lugar de debate, ahí nadie chista ni hay diálogo ninguno, el producto utilizado, arte visual, forma parte de una lección magistral solemne y en silencio ilustrada con obras que, por fin, tienen el sello del emperador. 
  • El museo, o institución cultural, es la autoridad, es decir, es  el patrón oro para el arte. 
  • El programa del museo está gestionado por comisarios que hacen un barrido de las ideas (temas con citas) que aspira a ser un ensayo autorreferencial, que es el objeto final que se exhibe. 
  • Unos supuestos ensayos que tendrían como  soporte excelente el libro, pero el ego y el pan, de los comisarios necesita su espacio y qué mejor que un museo. 
  • Teorías aplicadas que además, y en el mejor de los casos, son un simple resumen acrítico de las últimas ideas que emergen, cuando no un conjunto de obviedades solemnes encriptadas; y que son seguidas con una cierta histeria por la novedad, es decir, teorías que funcionan como modas intelectuales banalizadas a las que hay que adherirse fervientemente para marcar capital intelectual. 
  • Replicar teorías ajenas en el museo es el aviso para navegantes, es el código, la metodología que adiestra sobre los modos de adquirir el carnet de artista. 
  • Las obras de los artistas son sombras, cuyo valor radica en pertenecer a un discurso prefijado , un discurso que espera el archivo de formas, materiales y soportes encantadoramente oportunos. Y ya se sabe, las sombras no pesan  y son  manipulables, pues su valor no está en sí mismas, sino fuera de sí (¿idealismo misticista?, el siglo XXI no deja de decepcionarnos).
  • A la teoría del arte, la actual academia, lo de la autonomía del arte, y la libertad del artista, le viene mal. 
  • Una teoría del arte que sirve al mercado sin pudor, ya que construye/legitima su patrón oro, y que se enmascara en lo político o lo social para legitimarse, mientras que de facto, y gracias a la hipertrofia intelectual que aliena la obra y desvanece su propia realidad, teje las narraciones del espectáculo y del vacío contemporáneo  que encumbran las dinámicas de los star-sistems millonarios y expulsan a la precariedad la gran mayoría de artistas.
  • Artistas que son castigados si preguntan por una cierta dignidad laboral, y que mientras se les avisa hipócritamente  de los peligros de vender su obra (el arte que se vende es basura, excepto que lo vendan ellos, porque su "agencia de publicidad/teoría envoltorio" es la buena verdadera, el relato que unge y mistifica una pieza  en arte por el simple hecho de que es señalada por el dedo de algún dios, que por muy caprichoso y oscuro   que sea, para algo es dios y recita los mantras/conceptos sagrados ), se les utiliza gratis como simples contenidos del trabajo que, ahora sí, les da de comer a ellos: críticos,comisarios, profesores, museos, ferias, revistas, bienales, galerías, casas de subastas y demás. 
  • En este territorio donde todos comen, la mano de obra, el artista, recibe alguna limosna, pero sobre todo se le paga en capital simbólico (es tan bonito!), esto es: con la ilusión de que, si es obediente y dócil, un día será famoso!, quizá idiota pero no se puede tener todo, como Jeff Khoons o similar, es decir, formará parte de la colección del Guggenheim.
  •  El mensaje es que no de problemas, la sumisión es necesaria al igual que la producción febril de novedad con los últimos modelos de producción listos para consumir. Porque fuera del sistema hace frío, como en las ferias de arte de las plazas de los pueblos y se tendrán que poner guantes sin dedos que no casan bien con el glamour de la otra feria, la social que es la que cuenta , y estará solo sin nadie que le escriba ni exhiba ni le tatúe la caballeriza a la que pertenece, ni allí tampoco serán el objeto de deseo de clientes  que necesitan decorar su capital con la distinción:  la pieza única de la industria del lujo, vendida como gran arte por los gurús de turno y sus mecanismos de legitimación.
  • Ni que decir tiene que este ecosistema de vacíos (recordar que la obra de arte no tiene contenidos propios sino prestados), de consumo rápido y relatos fake, premia con especial cariño la ocurrencia inconsciente, la banalidad solemne, la imitación ad nauseam pero también el mito de la originalidad (aparente, sinónimo ahora de última novedad), el chiste malo y la transgresión clónica (uf! como le pone al cardado de la academia la provocación, manierismo  que cumple ya más de cien años ) que hacen que ciertos artistas sientan una fascinación intratable por ser el mono travieso que de ellos se espera.
  • En el mundo del arte, el estado de la cuestión no es líquido, es gaseoso, lo cual es mucho más rentable: cada uno come de la dúctil niebla que se adapta a sus intereses y que necesita un arte borroso y débil. En el sistema del arte, los agentes reparten juego desde su posición de dominio total ante el silencio de los artistas. Estos agentes del arte son grises, aburridos, fríos y probablemente, feos, además de no poseer las competencias emocionales y sensibles elementales. En definitiva, agentes sin cuerpo ni afectos. 
  • La parte buena es que todo aquello que ha cuestionado (bien) y eliminado (mal) el arte contemporáneo, todos los contenidos complejos del arte, lenguajes, técnicas, significados, emociones, inteligencias, bellezas, experiencias significativas y plenas, forma parte ahora de la vida cotidiana, desde el diseño de un humilde objeto a un cartel de una muestra de cine, desde un escaparate de tienda de lujo a un plato de cocina. Allí donde nadie se avergüenza del placer de esa metáfora del cuerpo que es el alma.